Wladimir Пн сен 12, 2005 10:58 am
Fantasma y cifras
Mohamed Alí, de 29 años, presidente de Unión Demócrata Ceutí (UDCE), partido con tres escaños en la Asamblea, dice que siempre han dudado del censo electoral. Lo explica así: "Somos más (musulmanes) de los que se dice, y estamos estudiando recurrir ante el Instituto Nacional de Estadística". El INE no puede clasificar a ningún ciudadano según su cultura o religión, pero del padrón municipal se desprende que entre los 71.500 ceutíes hay unos 27.000 musulmanes, además de 2.000 hebreos y 500 hindúes.
En Melilla la población musulmana es similar a la de Ceuta, unos 26.400 de los 66.400 habitantes, y los informes militares estiman que los practicantes de esta religión serán mayoría a lo largo de la próxima década. Coalición por Melilla, cuyos votantes son musulmanes, ostenta 7 de los 25 escaños de la Asamblea, el órgano de gobierno de la ciudad autónoma que domina la coalición PP-UPM, con 15 diputados.
Abdelmalik El Barkani, de 44 años, neurocirujano y uno de los dos consejeros musulmanes en el Gobierno del PP, no ve riesgos en esta transformación. "Ése es el fantasma que siempre existe, que la población musulmana sea mayoritaria. No lo entiendo. ¿Si son españoles, qué problema hay?".
Juan José Imbroda, de 60 años, presidente de Melilla, califica de "disparate" el presunto maquillaje de cifras que denuncia la Comisión Islámica de Melilla. "Aquí no maquillamos nada. Eso lo dicen algunos porque el victimismo da rédito, pero son una minoría. Una mayoría musulmana no debería ser un problema. El problema no es que sean musulmanes, sino que algunos pretendan una islamización de Melilla. Todos estamos en el mismo barco".
¿Está en la mente de algún dirigente político local la islamización de Melilla? Mustafá Aberchán, de 46 años, dirigente de Coalición por Melilla, el primer partido de la oposición melillense, ha sido el único presidente musulmán en la historia de las dos ciudades, pero perdió su cargo tras una moción de censura del PP, PSOE y un tránsfuga del GIL. Su sueño duró sólo un año. "El pueblo aceptó mi presidencia con naturalidad, pero incomodó a algunos. Salieron a relucir los complejos y las fobias. Hasta se dijo que había que presentar la moción de censura contra mí para defender la españolidad de Melilla", recuerda ahora.
Unos temores que, según dice, siguen presentes. Como ejemplo, recuerda los discursos de Federico Trillo, ex ministro de Defensa, cuando acudió a Melilla a hacer campaña en las últimas elecciones autonómicas. "Pidió el voto para el PP o para el PSOE. Es decir, que votaran a cualquiera menos a nuestro partido. Ese mensaje tuvo su efecto y el PP obtuvo 15 diputados y más votos que nunca". El PSOE sólo cuenta con tres diputados en la Asamblea de Melilla. Aberchán reconoce que esa clase de discursos le condiciona, y asegura que su partido fue el que más "se manifestó por la españolidad de Ceuta y Melilla, quizás acomplejados por demostrar nuestra paternidad".
Benyahia, el secretario de la Comunidad Islámica de Melilla, de 41 años, tiene en su despacho una fotografía de los reyes don Juan Carlos y doña Sofía y da claves sobre los orígenes de esta desconfianza. "El imaginario del melillense de origen peninsular está viciado. Es el patriótico a ultranza. Se ha hablado hasta de la marcha de la tortuga (supuesta infiltración de marroquíes en Ceuta y Melilla). En el imaginario siempre se identifica a la comunidad musulmana con Marruecos".
Alí, el político ceutí, va más lejos: "Todavía no se ha asimilado que seamos españoles, porque se sospecha que somos promarroquíes. Tenemos vínculos familiares con Marruecos, pero nos sentimos españoles. Esto provoca que haya dos ciudades: la de los musulmanes y la de los cristianos". Para Dionisio García, de 38 años, analista de defensa, "lo que impulsa a los marroquíes hacia esas dos ciudad es sólo el hambre".
Guetos y marginalidad
En la sede de la Comunidad Islámica de Melilla, en un edificio antiguo en el centro de la ciudad, familias enteras de musulmanes aguardan cola. Algunas señoras octogenarias exhiben documentos fechados hace décadas: recibos de la luz, del agua, contratos de arrendamiento o cualquier otro papel que demuestre que tienen arraigo en la ciudad. Son indocumentados que han pasado sin éxito por varios procesos de regularización. Hasta 1987 no se concedieron en Ceuta y Melilla las primeras nacionalidades al colectivo musulmán. Una vieja reivindicación que se logró después de muchas protestas. "Hay gente que lleva más de 80 años residiendo aquí y todavía no tiene papeles. Estamos desbordados. Creíamos que serían un centenar de personas, pero pueden pasar de 1.000. Esto es consecuencia de la dejación del Gobierno", asegura Benyahia, el secretario.
Alí, el dirigente del partido musulmán más votado en Ceuta, se queja de que Vivas, el presidente de la ciudad, hable de "extrarradio" en una ciudad de 19 kilómetros cuadrados cuando se refiere a los barrios musulmanes de El Príncipe, Jadú, Benzú o Rosales, todos destacados en los planos de Comandancia General de Ceuta donde se analiza el desarrollo de la población musulmana. Cuando el periodista camina por sus calles o se adentra en la Cañada de la Muerte o Reina Regente en Melilla comprende por qué los políticos musulmanes de las dos ciudades hablan siempre de marginalidad. En algunas de sus casas se refugian las bandas de narcotraficantes de hachís y los chavales, en ocasiones, reciben a pedradas a los coches patrulla de la policía cuando los agentes asoman la nariz por los barrios más conflictivos. "No digo que sea perfecto, pero en la Península hay barrios similares o peores. Hemos invertido mucho en esas zonas", se justifica Imbroda, el presidente de Melilla.
¿Cómo se han creado esos guetos, algunos nacidos en los años cincuenta? ¿Se ha fomentado el contraste entre las dos culturas o ha surgido de forma espontánea? Los mismos informes del Ejército que ven un riesgo en el cambio demográfico apuntan al "analfabetismo y desempleo, el elevado índice de criminalidad, el integrismo islámico y la falta de raíces familiares" como otros puntos vulnerables para mantener la soberanía española. Y en un capítulo titulado Minar la voluntad de la población hablan del apoyo marroquí "al victimismo interesado de la población musulmana" y al fomento "del conflicto cultural y religioso". También de la marroquinización de este colectivo. Estrategias que, en opinión del redactor del informe, intentan que "la permanencia familiar (de los cristianos) en la ciudad sea poco atrayente". Juan Bautista Vilar, de 64 años, catedrático de Historia, apunta en esa dirección: "En Melilla se están liquidando negocios de españoles y muchos se marchan a la Península".
Ana Isabel Planet, de 36 años, autora de una tesis doctoral sobre Ceuta y Melilla, asegura que la Administración "no ha acertado siempre, pero no se puede decir que estas ciudades han estado abandonadas". Lo mismo piensa El Barkani, el cirujano y consejero del Gobierno del PP en Melilla. "No creo que la Administración estatal o local hayan permanecido al margen. Se ha trabajado en barrios marginales, pero es cierto que no se ha avanzado al mismo ritmo que en otras comunidades". Los dirigentes de los partidos musulmanes que no están en el Gobierno no piensan igual. "Ha habido una marginación histórica hacia nosotros que todavía se percibe", arguye Mizziam, el político ceutí.
El fracaso escolar es la frase preferida de los dirigentes musulmanes cuando hablan de marginalidad. Creen que ahí está el origen de todos sus males. En la enseñanza primaria y secundaria Ceuta y Melilla baten todas las marcas: entre un 25 y un 35% de los alumnos no promociona de un ciclo a otro, según datos oficiales. Cerca de un 80% de estos niños es musulmán, según los responsables de varios colectivos. Hamadi, el presidente de la Comunidad Islámica Al Bujari de Ceuta, afirma que "padres y profesores también tenemos responsabilidad".