Re: Leer gratis libro ruso: El caminante solitario. Одинокий пут
Добавлено: Чт июн 23, 2016 12:52 am
Capítulo 1.
Y se va sin rumbo fijo en dirección al sur
El caminante solitario en el frío de enero…
(Lina Vorobieva)
1
El viento soplo del norte: glacial, violento que trajo punzantes granizos menudos y respiraba con el frio atroz. El bosque aullaba bajo sus golpes, crujía con las ramas arrancadas y las tiraba al hielo del rio. Las nubes galopaban como los caballos huyendo del fuego de la estepa y de entre ellas aparecía y desaparecía la luna llena, debido al precipitado paso por la tierra de las sombras tenebrosas. En las tinieblas parecía escucharse siniestros gritos, risas, bramidos, el trote de los caballos y el relincho de caballos enormes que hacían temblar la tierra bajo sus cascos.
Leszek andaba y sonreía. Si al principio tenía fuertes escalofríos – no de miedo sino de excitación, enseguida se vieron sustituidos por una increíble ligereza.
Quizá era feliz. Él no quería pensar cuanto faltaba por llegar, teniendo sólo dos vasos de mijo limpio, un eslabón y un pedernal. No quería pensar en el frio que penetraba por su zamarra; ni en el viento, que congelaba su semblante y las manos que afanosamente escondía en las estrechas mangas; ni en la ventisca, que estaba cubriendo el camino trillado de trineos, ni en su soledad, tampoco en los lobos hambrientos que quizá lo vigilaban desde el bosque.
No sabía qué hora era, y tampoco le daba tiempo a discernir las estrellas a través de los retazos. A juzgar por la situación de la luna, anduvo cerca de cinco horas, lo que significaba que ya en el monasterio se habían despertado y descubierto su desaparición. Y eso no le daba en absoluto ningún miedo, al revés, quería que Damián se diera cuenta de quién se había llevado el krustal para que pataleara y vociferase a todo aquel que se dejara caer, blandiendo el látigo y rechinando los dientes de cólera.
Y esta idea le hacía sonreír a Leshek más ampliamente.
El viento le soplaba en la espalda.
Entretanto, el archidiácono Damián, el ecónomo del Monasterio Ust-Vizskill en absoluto ni pataleaba, ni vociferaba, sólo rechinaba los dientes. Si el abad se enterara de que el krustal había desaparecido o robado, tal vez sería culpado el mismo Damián, si no atrapaba al ladrón.
En el fondo Damián está tan lejano del servicio a Dios, como el abad, en contra de la complacencia para con las pecadoras, y es verosímil por eso que no haya recibido la dignidad de hierofante, pero por voluntad del destino se ha encontrado en el monasterio, y ha podido hacer una brillante carrera aquí.
De un niño de orfanato a un novicio privado de derechos, de un primario hasta un abad de un orfanato, y a sus cuarenta y cinco años Damián ha llegado a la cima y se ha convertido propiamente en voevoda del monasterio.
Voevoda (jefe de ejército en la Rusia antigua; gobernador de una provincia en los siglos XVI-XVIII)
Aunque ese cargo por la vieja costumbre recibía nombre ecónomo, ante todo era responsable de la seguridad del monasterio, de la vigilancia de sus fronteras, de la extensión de las tierras y de los bosques, dando el beneficio al monasterio. Y si los forasteros bandoleros temieran asaltar al monasterio bien fortificado, las constantes escaramuzas con la gente del príncipe Zlatoyar obligarían al abad a aceptar el mantenimiento del destacamento de combate, de monjes guerreros bien armados y adiestrados.
El Monasterio Ust-Vizskill se quedó pequeño para Damián, y ya no podía llegar a más [perfectamente entendía que nunca llegaría a ser al abad], sólo quedaba crecer junto con el monasterio, lo que convenía bastante al abad, era un adversario transformando en aliado. No es que el abad no pudiera quebrantar el poder obtenido por Damián, pues enfrentarse a él a cara descubierta significaba, ni más ni menos, destruir el monasterio, convertirlo en un pequeño principado, y eso Damián no lo quería, en cualquier caso por ahora: el estatuto del Monasterio con sus leyes atroces de jerarquía permitía gobernarlo sin reflexionar en el estado de ánimo de los frailes.
El krustal probaría la aspiración de Damián y la ambición del abad, y ambos lo necesitaban, cada uno a su modo, y su desaparición significaba la vuelta a la antigua confrontación en la que Damián no estaba destinado a vencer.
Él descubrió la pérdida enseguida, apenas escuchó la placa de hierro convocando a la hermandad a la oración. El mismo Damián ya hace tiempo a obtenido la venia para rezar en su celda, y sólo en ese momento tiene el tiempo libre después de haber trabajado bien, para el bien del convento, sin embargo tiene costumbre de levantarse temprano, y a menudo, mucho tiempo antes que la hermandad.
El pequeño cofre estaba abierto, como si el ladrón quisiera que la desaparición del cristal fuera vista enseguida. Acaso tenía miedo de chasquear la cerradura otra vez. Acaso lo olvidó por la estúpida inexperiencia.
Un tímido golpe en la puerta de una celda amplia y luminosa obligó a Damián a levantarse bruscamente y cerrar la tapa del pequeño cofre, no hacía falta que la gente ajena se enterase de la pérdida.
¡Quién demonios es ahora! – refunfuñó entre dientes-.
- ¡Adelante!
Y se va sin rumbo fijo en dirección al sur
El caminante solitario en el frío de enero…
(Lina Vorobieva)
1
El viento soplo del norte: glacial, violento que trajo punzantes granizos menudos y respiraba con el frio atroz. El bosque aullaba bajo sus golpes, crujía con las ramas arrancadas y las tiraba al hielo del rio. Las nubes galopaban como los caballos huyendo del fuego de la estepa y de entre ellas aparecía y desaparecía la luna llena, debido al precipitado paso por la tierra de las sombras tenebrosas. En las tinieblas parecía escucharse siniestros gritos, risas, bramidos, el trote de los caballos y el relincho de caballos enormes que hacían temblar la tierra bajo sus cascos.
Leszek andaba y sonreía. Si al principio tenía fuertes escalofríos – no de miedo sino de excitación, enseguida se vieron sustituidos por una increíble ligereza.
Quizá era feliz. Él no quería pensar cuanto faltaba por llegar, teniendo sólo dos vasos de mijo limpio, un eslabón y un pedernal. No quería pensar en el frio que penetraba por su zamarra; ni en el viento, que congelaba su semblante y las manos que afanosamente escondía en las estrechas mangas; ni en la ventisca, que estaba cubriendo el camino trillado de trineos, ni en su soledad, tampoco en los lobos hambrientos que quizá lo vigilaban desde el bosque.
No sabía qué hora era, y tampoco le daba tiempo a discernir las estrellas a través de los retazos. A juzgar por la situación de la luna, anduvo cerca de cinco horas, lo que significaba que ya en el monasterio se habían despertado y descubierto su desaparición. Y eso no le daba en absoluto ningún miedo, al revés, quería que Damián se diera cuenta de quién se había llevado el krustal para que pataleara y vociferase a todo aquel que se dejara caer, blandiendo el látigo y rechinando los dientes de cólera.
Y esta idea le hacía sonreír a Leshek más ampliamente.
El viento le soplaba en la espalda.
Entretanto, el archidiácono Damián, el ecónomo del Monasterio Ust-Vizskill en absoluto ni pataleaba, ni vociferaba, sólo rechinaba los dientes. Si el abad se enterara de que el krustal había desaparecido o robado, tal vez sería culpado el mismo Damián, si no atrapaba al ladrón.
En el fondo Damián está tan lejano del servicio a Dios, como el abad, en contra de la complacencia para con las pecadoras, y es verosímil por eso que no haya recibido la dignidad de hierofante, pero por voluntad del destino se ha encontrado en el monasterio, y ha podido hacer una brillante carrera aquí.
De un niño de orfanato a un novicio privado de derechos, de un primario hasta un abad de un orfanato, y a sus cuarenta y cinco años Damián ha llegado a la cima y se ha convertido propiamente en voevoda del monasterio.
Voevoda (jefe de ejército en la Rusia antigua; gobernador de una provincia en los siglos XVI-XVIII)
Aunque ese cargo por la vieja costumbre recibía nombre ecónomo, ante todo era responsable de la seguridad del monasterio, de la vigilancia de sus fronteras, de la extensión de las tierras y de los bosques, dando el beneficio al monasterio. Y si los forasteros bandoleros temieran asaltar al monasterio bien fortificado, las constantes escaramuzas con la gente del príncipe Zlatoyar obligarían al abad a aceptar el mantenimiento del destacamento de combate, de monjes guerreros bien armados y adiestrados.
El Monasterio Ust-Vizskill se quedó pequeño para Damián, y ya no podía llegar a más [perfectamente entendía que nunca llegaría a ser al abad], sólo quedaba crecer junto con el monasterio, lo que convenía bastante al abad, era un adversario transformando en aliado. No es que el abad no pudiera quebrantar el poder obtenido por Damián, pues enfrentarse a él a cara descubierta significaba, ni más ni menos, destruir el monasterio, convertirlo en un pequeño principado, y eso Damián no lo quería, en cualquier caso por ahora: el estatuto del Monasterio con sus leyes atroces de jerarquía permitía gobernarlo sin reflexionar en el estado de ánimo de los frailes.
El krustal probaría la aspiración de Damián y la ambición del abad, y ambos lo necesitaban, cada uno a su modo, y su desaparición significaba la vuelta a la antigua confrontación en la que Damián no estaba destinado a vencer.
Él descubrió la pérdida enseguida, apenas escuchó la placa de hierro convocando a la hermandad a la oración. El mismo Damián ya hace tiempo a obtenido la venia para rezar en su celda, y sólo en ese momento tiene el tiempo libre después de haber trabajado bien, para el bien del convento, sin embargo tiene costumbre de levantarse temprano, y a menudo, mucho tiempo antes que la hermandad.
El pequeño cofre estaba abierto, como si el ladrón quisiera que la desaparición del cristal fuera vista enseguida. Acaso tenía miedo de chasquear la cerradura otra vez. Acaso lo olvidó por la estúpida inexperiencia.
Un tímido golpe en la puerta de una celda amplia y luminosa obligó a Damián a levantarse bruscamente y cerrar la tapa del pequeño cofre, no hacía falta que la gente ajena se enterase de la pérdida.
¡Quién demonios es ahora! – refunfuñó entre dientes-.
- ¡Adelante!