¡Y ese niñato se ha atrevido! Se atrevió a entrar en la celda del ecónomo dormido, abrir la puerta, ante la cual,- ¡el vicario pasaba de puntillas!
Él engaño al cillerero, diciendo que el padre Paisio le mandó a por la ropa. Y aquel lo creyó! Porque ninguno de los novicios se hubiera atrevido a ese engaño, y al cillerero no se le ocurrió que el muchacho mintiese descaradamente.
Ni uno de los novicios ha corrido a informar de su ida – ¡ni uno! Pues, eso está en la conciencia del vicario, me veo obligado a encargarme de todos ellos por partes.
¡Niñato, pipiolo! Damián no se esperaba ese acto, - ¿y de quién?
De un lastimoso cantor, cobarde y indeciso que andaba dos meses con el rabo entre las piernas, alegrado de que no le hubieran matado junto con el brujo.
Nunca había ocurrido algo así, desde que el monasterio se había establecido en la orilla de Viga. Sí; alguien se marchaba y se marchaba a escondidas, pero en verano; ¡verano y no en el invierno! Y nunca que no tomara consigo las pertenencias del monasterio. Y nadie antes había quitado la cruz delante de la vista de las veinte personas, ni había pronunciado discursos que perturbasen a los novicios.
- ¿Cómo podía haberse equivocado así?
- ¿Criar una víbora en su seno? Todo fue culpa de Paisio, ¡él le dio cobijo al canalla!
Damián abrió la puerta del refectorio con rabia (desde hacía algún tiempo su propia «hermandad» había empezado a comer separada de los demás monjes). A la mesa dormitaba sólo un vigilante que llevaba sucia la sotana, con la mejilla apoyada en el klobuk* arrugado.
Damián golpeo bastante fuerte con la puerta sin gastar tiempo por las reprimendas: claro está que ayer la hermandad bebía y llevaba las conversaciones indecentes casi hasta el amanecer.
— Llamadlos a todos aquí, rápido… — Damián dijo, silbando entre dientes, cuando despertado el monje saltó de un brinco —.
Seguramente no eran tontos para manducar y beber, pero por la consigna de ecónomo podían actuar sin demora, no habían pasado ni dos minutos que callados los monjes guerreros, sombríos después de la resaca, se sentaron a la mesa.
- Hoy por la noche abandonó el monasterio el novicio Alex, Leshek – un alma perdida, - empezó silenciosamente Damián -, se fue y se llevó una cosa que me pertenecía, muy importante para el convento. Antes de su partida (antes de partir) arrancó la cruz y proclamó discursos blasfemos ante los otros novicios. Encontrad al canalla, a cualquier precio. Y traérmelo aquí, vivo.
En las caras de la hermandad no se reflejaban ni dudas, ni asombro, tampoco pronunciaron ninguna palabra, tan sólo se miraron con aire significativo, y Damián por enésima vez quedó contento por los gloriosos guerreros que él formo con sus manos. Un gran número de ellos se convirtieron a su druzhina siendo muchachos de orfanato, muchos llegaron al monasterio como novicios, y algunos (los mejores) él los trajo de fuera y los sedujo con una vida bien alimentada.
- Ciertamente las huellas alrededor del monasterio están cubiertas con la nieve, pero en el bosque se pueden encontrar, - seguía el archidiácono sentando presidiendo la mesa - pero si él no es tonto, cosa que dudo (mucho), irá por el rio, es la única posibilidad de sobrevivir. Por eso os dividieres en dos grupos, que la mayoría vaya hacia el norte, y registren el lago y el bosque, y una pequeña tropa de jinetes vigilen el rio Viga y las aldeas. Enviad a los mensajeros por las ermitas y por los puestos de vigilancia. Si hoy no le encontráis, mañana tendremos que buscarle durante más tiempo y más lejos de aquí.
-Seguramente, claro está, que él se habrá congelado en el bosque o se congelará en las próximas horas, - se sonrió Avda el hermano superior en la torre. Uno de los pocos que debería haber comprendido lo valioso que era el objeto que se había llevado consigo el novicio.
- Entonces si encontráis el cuerpo, lo traéis aquí. Sería útil castigar al canalla, pero necesito más lo que ha robado que a él.
2
Al amanecer el viento se calmó, en el aire comenzar a tintinar la helada, y el firmamento se blanqueó como si se hubiera cubierto por la escarcha.
El frio le cortaba la respiración, el bosque quedó inmóvil, tieso, aterido de helor, el hielo crujía debajo de los pies y a veces le entraba el miedo – Leshek se imaginaba fácilmente una negra agua profunda, una corriente succionadora y una enorme corteza de hielo sobre su cabeza.
Él tenía mucho frío y sospechaba que se había congelado el rostro y los dedos.
De vez en cuando se restregaba el semblante, pero entonces en vano se despellejaba la piel: la piel de lobo escarchada de la solapa no le calentaba sino que le arañaba.
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Klobuk
El Klobuk es un tipo de tocado propio de la Iglesia ortodoxa, generalmente utilizado por los obispos y patriarcas. El klobuk está compuesto de un sombrero, el kamilavkion, cubierto por un velo conocido como epanokamelavkion que cae hacia los hombros y espaldas del clérigo. Ambas piezas se originaron durante la evolución del imperio bizantino y quedaron eventualmente reservadas solo para los religiosos.