Hoy en el Heraldo.es:
¿Por qué parking se ha convertido en parquin?
HERALDO pone en práctica su recientemente firmado convenio de colaboración
con la Fundación del Español Urgente para velar por los buenos usos
idiomáticos en sus productos.
Si el labrador cuando va a regar necesita la jada, el periodista en su
trabajo no tiene herramienta más útil que la gramática. Pero las azadas no
duran toda la vida, hay que cambiarles el mango, arreglar las melladuras y
encajarlas de vez en cuando porque con el tiempo y el trabajo se aflojan y
no sirven para remover bien la tierra ni para cavar.
A la gramática le pasa algo parecido. La Real Academia Española (RAE), que
fija, limpia y da esplendor al idioma que hablamos y escribimos los que nos
entendemos en español, emite de vez en cuando recomendaciones y normas que
actualizan sus criterios anteriores. Los medios de comunicación tenemos a
este respecto una doble misión: ponernos al día en las directrices que da la
Academia y servir de correa de transmisión para que los lectores, los
oyentes y los televidentes se pongan también al corriente de las normas que
rigen la lengua española.
La tarea no es sencilla, porque como reconocía el recordado Fernando Lázaro
Carreter, algunos medios de comunicación, especialmente los hablados, pero
sin olvidarse de los escritos, le servían en bandeja materia más que
suficiente para sus famosos dardos, en los que con un humor corrosivo
repasaba a conciencia las burradas que decimos y escribimos.
Algunos medios de comunicación, entre ellos HERALDO DE ARAGÓN, se han
comprometido a secundar estos cambios y han firmado un acuerdo con la
Fundación del Español Urgente (Fundéu), heredera del Departamento de Español
Urgente que se creó en 1980 en el seno de la Agencia Efe gracias al
periodista Luis María Ansón y al académico Fernando Lázaro Carreter, quienes
venían trabajando con otros especialistas en esta línea desde 1970. Fundéu
está patrocinada por el Banco de Bilbao Vizcaya Argentaria BBVA y la Agencia
Efe, con el respaldo de la RAE, el Instituto Cervantes y la Fundación San
Millán de la Cogolla del Gobierno de La Rioja.
A su vez, Fundéu basa sus dictámenes en la última edición del Diccionario de
la Real Academia y, especialmente, en el "Diccionario panhispánico de
dudas", editado en 2005 por la RAE y la Asociación de Academias de la Lengua
Española. Ahora se anuncia una nueva gramática, que estará lista el año
próximo con el título "Nueva Gramática de la Lengua Española". La edición
anterior data de 1931, y en 75 años se han producido muchos cambios, que
también afectan a la lengua común de los hispanohablantes.
Algunos lectores se sorprenden de esos cambios que vamos aplicando por
compromiso con la RAE y la Fundéu, y los más seguros de sus ideas nos
escriben para echarnos en cara los que consideran errores. Agradecemos el
interés y, en recompensa por sus desvelos, damos ahora explicaciones y
razones.
Solo y sólo
Uno de los cambios más llamativos es la desaparición del acento en la
palabra solo cuando significa solamente. Sepamos qué dice la Fundación sobre
esto: "La Fundéu ha observado, en su análisis de los medios de comunicación,
que sigue tildándose innecesariamente la palabra "solo" cuando significa
"solamente". La palabra "solo" puede ser adjetivo ( "Tomás estaba solo";
"solo"= "sin compañía") o adverbio ("era solo un aprendiz"; "solo"=
"únicamente").
Hasta 1959 se acentuaba gráficamente cuando era adverbio, para distinguirlo
del adjetivo. En las normas ortográficas de 1959, la Real Academia Española
estableció que el adverbio "solo" (= "solamente") no debe llevar tilde
(acento gráfico) más que cuando puedan darse confusiones con el adjetivo
(que en la práctica son muy infrecuentes).
En las normas publicadas en el año 1999 se repite este criterio -y se dan
algunos ejemplos como "A Tomás le gusta estar solo" y "Solo tomaremos
fruta"-, que vuelve a explicitarse en el "Diccionario panhispánico de
dudas". "Por ello, la Fundéu recuerda que no hay que tildar el adverbio
"solo" (= "solamente") más que en los raros casos en los que pueda con
fundirse con el adjetivo "solo" ("sin compañía", "único en su especie", "sin
amparo")".
La Academia, contra lo que algunos creen, no es el motor de los cambios en
el idioma. Somos los hablantes, los usuarios de nuestra lengua, quienes
promovemos el uso y el desuso de las palabras. La Academia, de alguna manera
se ve forzada a actuar. Así, por ejemplo, ante la avalancha de
extranjerismos que se nos ha venido encima, sobre todo del inglés, la docta
Casa ha tomado algunas decisiones. Y ahorrándoles las explicaciones, aunque
avisando de que a lo mejor algún día volvemos al ataque, aquí tienen algunas
de las innovaciones que a muchos sorprenden, a otros enfadan y a la mayoría
les importan un rábano.
Espá y espás (por "spa", esa especie de terma o balneario que dicen que hay
en algunos gimnasios y hoteles que no sabemos si tienen estrellas o
tenedores); cáterin, invariable en plural (por "catering", el suministro de
comidas y bebidas en trenes, aviones y demás); parquin y párquines (por
"parking"); márquetin (por "marketing"); campin y cámpines (por "camping");
rali y ralis (por "rally" y "rallies"); bafle y bafles (por "baffle"); puzle
y puzles (por "puzzle"); yacusi (por "jacuzzi"); yincana (por "gymkhana");
zapeo (por "zapping"); zum (por "zoom"); zombi y zombis (por "zombie" y
"zombies"); castin y cástines por "casting" (pruebas para seleccionar
cantantes, figurantes, concursantes).
Siglas y enfermedades
Con respecto a las siglas y ante la constante repetición de las mismas, de
alguna manera se convierten en sustantivos. Y la Academia les ha dado ya su
bendición. Pasó con el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, que al
principio se escribía SIDA y luego se quedó en sida. Otros ejemplos: oenegé
y oenegés (por ONG y ONGs); uci y ucis (por UCI y UCIs); uvi y uvis (por UVI
y UVIs); opa (por OPA, Oferta Pública de Adquisición); ovni (por OVNI,
Objeto Volante No Identificado); pyme (por PYME, Pequeña y Mediana Empresa);
radar (por Radio Detection and Ranging, detección y localización por radio),
entre otras muchas, habidas y por haber. Veamos ahora qué criterio sigue la
Real Academia de la Lengua con algunos términos médicos que son ya de uso
general. El alzhéimer y el párkinson, por ejemplo. Los periódicos escribimos
esas palabras de tres formas distintas. Una, con mayúscula y sin acento;
otra con acento y minúscula; y una tercera, con mayúscula y con acento.
¿Cuál es el secreto para acertar? Fácil.
Cuando decimos "la enfermedad de Alzheimer" o "el mal de Parkinson", nos
estamos refiriendo concretamente a los doctores Alois Alzheimer, alemán, y
James Parkinson, inglés, a quienes se debe el descubrimiento del conjunto de
circunstancias que definen estas dos enfermedades. En inglés y en alemán
esos nombres propios no llevan acento. La Academia tampoco se los pone. Así
que, enfermedad (o mal) de Alzheimer y de Parkinson. Pero cuando escribimos
que en Aragón aumentan los casos de párkinson y de alzhéimer por el
envejecimiento de la población, entonces la Academia los considera
sustantivos españoles, que van con minúscula, y la primera con acento en la
"a" por ser palabra esdrújula, y la segunda en la "e" por serlo llana.
¿Y la tercera versión?
¿Y qué pasa con la tercera versión, cuando se escribe con mayúscula inicial
y acento? Pues que se reserva para cuando tenemos que escribir el nombre de
una asociación referida a la enfermedad o al conjunto de los enfermos
(Asociación de Amigos de los Enfermos de Alzhéimer, Asociación de Cuidadores
de Enfermos de Párkinson) o a una efeméride como el famoso Día del Alzhéimer
y el también recordado Día del Párkinson.
Y este criterio vale para todas las demás enfermedades que deben su nombre a
una persona pero en las que el término que las designa se ha sustantivado
por su uso.
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Saludos cordiales,
Miguel Muñiz
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