EL ESPAÑOL DE MEXICO
1. Diferentes modalidades
Durante el primer siglo de dominio español, fueron llegando a América innovaciones lingüísticas de la Península de distinto origen, unas cultas y otras populares. Además, el hecho de que no todos los bastos territorios americanos mantuvieran el mismo contacto con España hacía que no llegaran con igual fuerza esas innovaciones en la lengua. En consecuencia, desde el siglo XVI empezó a formarse el mosaico dialectal hispanoamericano: en unas regiones se aceptaban las innovaciones cultas y se rechazaban las populares; en otras, se permitía la entrada de todas, mientras que en otras no se llegaba a recibir ninguna. Esto dio como resultado la temprana formación de varias modalidades lingüísticas: una modalidad, fuertemente innovadora; otra, esencialmente conservadora, y otra, conservadora ante los vulgarismos, pero innovadora ante los cambios de prestigio. Esta última está representada por el habla del altiplano mexicano.
2. Arcaísmos
La primera impresión que produce el español de México es que se trata de un habla conservadora. En efecto, no son pocos los casos en que el habla de México ha conservado modos antiguos de decir, sin dejarse influir por las innovaciones realizadas en otras zonas de la comunidad lingüística hispana. El hecho de que algunas voces o expresiones ya desaparecidas en el habla de España se sigan oyendo en México es la razón por la cual se ha señalado el arcaísmo como característica del español mexicano. Son arcaísmos respecto a España expresiones como: se me hace (me parece), ¿qué tanto? (¿cuánto?), muy noche, dizque, donde (usado como condicional en expresiones como: «Donde se lo digas, te mato»). Los arcaísmos resultan más evidentes en el vocabulario. Palabras ya olvidadas en España conservan vigencia en México: pararse (ponerse de pie), prieto, liviano, demorarse, dilatarse, esculcar, luego, recibirse (graduarse), etc.